Mía era una niña nacida en una muy humilde familia. Nunca se
quejó por no tener juguetes o vestidos nuevos. Incluso se acostumbró a comer
poco. Pero cada noche se convertía en la niña más afortunada del mundo, soñando
con ser la reina de las modistas, viendo como sus ropas desfilaban en pasarelas
de todo el mundo.
Cada día, al salir del colegio, se paraba en el escaparate de
la sastrería de Monsieur Pierre, donde intentaba absorber todo lo que entraba
por sus ojos. Miraba detenidamente los vestidos y trajes expuestos, y se
quedaba hipnotizada viendo como el sastre hacía los trajes y su costurera daba
forma a los vestidos. El dueño de la sastrería, al verla cada día allí parada,
la contrató para hacer recados, lo que ayudó a Mía a poder ver más de cerca el
mundo de la costura y aprender mucho más. Con su primer pequeño sueldo compró
agujas, hilos de todos los colores y algo de tela. Por las noches le hacía
vestidos a la única muñeca que tenía, pensando que era la primera modelo que
lucía sus inventos en la gran ciudad de París.
Un día Mía no apareció por la
sastrería y, ante el asombro de Monsieur Pierre de ver que no había venido, se
fue en su busca. La niña estaba en cama con mucha fiebre, pero eso no fue lo
que dejó de piedra al sastre, lo que le dejó sin palabras fue la colección de
vestiditos que tenía colgados en un mueblecito que le había hecho su padre para
tenerlos recogidos. Monsieur Pierre estaba asombrado al descubrir que esa niña
tenía un don increíble para la costura. Ese día supo que su pequeña repartidora
iba a ser una de las grandes en ese mundo. Cada día le enseñaba todo lo que
sabía y se llenaba de orgullo viendo como en poco tiempo conseguía hacer
trabajos tan increíbles que ni él los podía igualar. Cuando cumplió dieciséis
años, le pidió permiso a sus padres para mandarla a París, donde una amiga suya
iba a acogerla y terminar de pulir ese don. Por supuesto los padres no podían
estar más felices de ver que su hija iba a tener un futuro lejos de la pobreza
de su hogar y no dudaron ni un momento.
Hoy en día, Mía se ha convertido en la más codiciada modista
de todo el mundo, vistiendo a grandes personalidades y triunfando en todos los
desfiles de moda. Los que la conocen de cerca dicen que a veces va acompañada
de un ayudante llamado Monsieur Pierre y de sus padres.
Pero lo que siempre lleva
encima es una vieja muñeca a la que usa de maniquí de sus próximos proyectos.
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