martes, 7 de noviembre de 2017

Feliz caos


Dicen que tener dos hijos no es el doble de trabajo, sino que es más. Por esa regla de tres, cuando son cuatro los hijos… os podéis imaginar. Y si a eso le sumamos que unos salen de la adolescencia y otros entran en ella, el estrés puede ser difícil de llevar. 
Vivir en una casa donde las hormonas están en constante ebullición sumado a esos días que tenéis las mujeres (y no quiero parecer machista), es lo más parecido a la película del gran Pedro Almodóvar “mujeres al borde de un ataque de nervios”. Y es que no hay día (ni hora), que no haya alguien que se suba por las paredes o que alguien proteste por algo. Y si tuviese escaleras estoy seguro que en algún momento bajaría alguien haciendo el pino-puente. 
Por suerte también hay momentos de juegos, de risas, de complicidad o de cariño en los que el ambiente se relaja y todo va como la seda. 
Con tanta gente en casa deja de existir la palabra “intimidad”, pues da igual si te cambias de ropa, si te duchas, si vas al baño o si te tumbas en la cama un momento; todo eso dejas de hacerlo a solas porque siempre habrá alguien que tenga que contarte algo. Y claro, es normal que  haya días en los que no veamos el momento en que todos desaparezcan para irse a la cama y podamos sentarnos en el sofá, tranquilos, a solas y sin ruido.

Pero os aseguro que no cambiaría todo este caos por nada del mundo, pues a pesar de todo estoy inmensamente feliz de poder disfrutar de su compañía y de sus risas, de ver cómo crecen y cómo van cambiando, de sus abrazos y sus besos de buenas noches… feliz de tenerlos conmigo.