viernes, 20 de julio de 2018

A dónde estamos llegando


20/07/18

No sé si es por mi estado de ánimo un poco tenso últimamente, pero me da la sensación de que algo grave está pasando y no lo queremos ver.
Y no hablo, como ya hice alguna vez, de que muchos medios de comunicación están tan corrompidos como la mayoría de los políticos.
Hablo de que no paran de llegar pateras llena de gente buscando una vida mejor, vida que muchos de ellos pierden sin alcanzar su sueño.
Hablo de unos océanos y mares cada vez más contaminados y llenos de plásticos y la única solución es cobrar las bolsas del súper (debe ser que si las pagas ya no contaminan).
Hablo de animales que aparecen fuera de su hábitat, huyendo posiblemente de su destruida zona.
Hablo de personas que solo vienen de vacaciones para morir de un coma etílico o de un balconing, de las personas que venden este producto llamado turismo de borrachera y de las personas que protestan por el turismo sin saber distinguir el bueno y el malo.
Hablo de la “moda” que se ha puesto últimamente de protestar por cualquier cosa, por absurda que sea, olvidando las cosas importantes por las que sí vale la pena protestar.
Hablo del poder con el que se creen algunos sobre los demás, imponiendo idiomas y territorios, pintando la historia del color que les conviene.
Hablo del poder del juicio popular (movido por las redes sociales que, al igual que muchos de los que se hacen llamar “periodistas”, no se esfuerzan en contrastar nada), sobre el poder judicial de jueces ciegos haciendo valer una ley anticuada y a veces absurda.
Hablo de una constitución tan obsoleta como ineficaz donde, por ejemplo, el que la justicia es igual para todos es una mentira que ya no se cree nadie pero que solo se protesta en los bares.
Hablo de alianzas de naciones para “ayudar” solo a países de los que puede sacar beneficio, cambiando el corazón por una cartera ya abarrotada.
Pero lo triste es que aún me dejo muchas cosas en el tintero.







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