Ya estamos a día 2 de octubre y se ha confirmado lo que ya
sospechaba: que vivimos en un país de borregos pastoreados por unos ineptos que
se parten el culo de risa cada vez que ponen la tele o abren un periódico.
Dos posturas, una blanca y otra negra, reviviendo la época
del monocromático sin entender que existe una amplia gama de colores.
Unos, encerrados en una unidad perpetua escudándose en unas
leyes obsoletas cuya modificación es impensable si no es beneficio propio.
Otros, modificando y creando leyes a su antojo hasta que
encajen con sus ideas.
Y la mayoría de los de a pie siguiendo a los unos o a los
otros, sin ni siquiera cuestionar esas posturas o simplemente usar la cordura.
Da la sensación de que, para muchos, la evolución del ser humano ha llegado al
máximo y ya sólo queda retroceder, como si fuera una onda donde hemos subido
hasta la cima y ahora bajamos hasta los inicios. Mucha gente ha dejado de
razonar, de pensar por sí mismo, y lo único que saben hacer es creerse lo que
oyen sin cuestionarlo o hacer caso a lo que ven o leen, aun sabiendo que todo
está manipulado.
Vivimos en un mundo donde cualquiera puede llamarse
periodista. Donde las noticias se manipulan sin pudor ni castigo. Donde las
redes están llenas de opiniones de dudosas razones. Donde la historia pierde la
objetividad dependiendo de quien la cuente. Donde hay expertos en cortinas de
humo. Donde lo antidemocrático se convierte en democracia y viceversa. Donde
casi nadie se atreve a cuestionar y los pocos que lo hacen son llamados rojos,
nazis o perroflautas entre otros muchos calificativos, o callados a base de
mentiras o sobres bajo mano. Donde el “todo vale” ha sustituido a la ética y la
moral. Donde más vale malo conocido, no vaya a ser que sea cierto que podamos
conocer algo bueno.
Y acabo como empecé: vivimos en un país de borregos cuidados
por lobos.
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