lunes, 2 de octubre de 2017

Un país de borregos

Ya estamos a día 2 de octubre y se ha confirmado lo que ya sospechaba: que vivimos en un país de borregos pastoreados por unos ineptos que se parten el culo de risa cada vez que ponen la tele o abren un periódico.

Dos posturas, una blanca y otra negra, reviviendo la época del monocromático sin entender que existe una amplia gama de colores.

Unos, encerrados en una unidad perpetua escudándose en unas leyes obsoletas cuya modificación es impensable si no es beneficio propio.

Otros, modificando y creando leyes a su antojo hasta que encajen con sus ideas.

Y la mayoría de los de a pie siguiendo a los unos o a los otros, sin ni siquiera cuestionar esas posturas o simplemente usar la cordura.

Da la sensación de que, para muchos,  la evolución del ser humano ha llegado al máximo y ya sólo queda retroceder, como si fuera una onda donde hemos subido hasta la cima y ahora bajamos hasta los inicios. Mucha gente ha dejado de razonar, de pensar por sí mismo, y lo único que saben hacer es creerse lo que oyen sin cuestionarlo o hacer caso a lo que ven o leen, aun sabiendo que todo está manipulado.

Vivimos en un mundo donde cualquiera puede llamarse periodista. Donde las noticias se manipulan sin pudor ni castigo. Donde las redes están llenas de opiniones de dudosas razones. Donde la historia pierde la objetividad dependiendo de quien la cuente. Donde hay expertos en cortinas de humo. Donde lo antidemocrático se convierte en democracia y viceversa. Donde casi nadie se atreve a cuestionar y los pocos que lo hacen son llamados rojos, nazis o perroflautas entre otros muchos calificativos, o callados a base de mentiras o sobres bajo mano. Donde el “todo vale” ha sustituido a la ética y la moral. Donde más vale malo conocido, no vaya a ser que sea cierto que podamos conocer algo bueno.



Y acabo como empecé: vivimos en un país de borregos cuidados por lobos.


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