martes, 23 de agosto de 2016

Historias de Jota. Parte V. Final




Era viernes, así que no importaba si hoy se hacía tarde. Se le hizo eterno el tiempo hasta la hora en que habían quedado. Le dio tiempo de ducharse y afeitarse, por lo menos estaría un poco más presentable.

No sabía a qué había venido la invitación, qué se iba a encontrar. ¿Sería una reunión de trabajo? ¿Sabía quién era y quería hablar de todo este tiempo? Mil preguntas le venían a la cabeza, y ninguna respuesta. Estaba ansioso por verla y hablar con ella, incluso aunque sólo fuera hablar de trabajo.

Llegó la hora. Prefirió esperarla fuera del restaurante. Además, la temperatura del mes de Junio era ideal. Por lo menos hasta que la vio llegar.

Llevaba un vestido rojo ajustado, zapatos de tacón no apto para los que sufren de vértigo, pelo suelto y pintalabios a juego con el vestido. Su andar era decidido y su mirada conseguiría derretir un iceberg en cuestión de segundos. Los dos besos fueron agradables y relajados. Se sentaron al fondo del restaurante, en un reservado apartado de la gente. Pidieron una copa de vino y hablaron de trabajo hasta que llegó la cena. Jota estaba nervioso, no sabía cómo sacar el tema. Prefirió dejarse llevar y ver cómo transcurría la noche. Iba a meterse el primer bocado en la boca cuando ella le preguntó:

-         - Jota, ¿tú te acuerdas de mí?

Casi se atraganta. Cómo decirle que nunca la había olvidado. Cómo contarle que creía que lo había superado y que cuando la volvió a ver deseó abrazarla. Pero antes de poder contestar ella continuó:

-         - Porque la verdad es que yo no he podido olvidarte.

A Jota se le hizo un nudo en la garganta. ¿Qué contestar? ¿Cómo decir lo que sentía con el tacto suficiente para no asustarla? Cogió aire y mirándole a los ojos, le contestó:

-          - Pues sí, Ariadna, claro que me acuerdo de ti. Y me ha gustado mucho volver a verte después de tanto tiempo. La verdad es que me has traído muy buenos recuerdos.

Una vez relajado, hablaron muy a gusto durante toda la cena. Incluso hubo momentos en los que parecía que no hubiera pasado todo ese tiempo desde aquel verano. Pero esa calma terminó cuando se acercó la hora de la despedida. Por la cabeza de Jota se le pasó besarla directamente en lugar de los dos besos de rigor, pero no se atrevería, no era el momento.

Y pasó. Dos besos en la mejilla, un abrazo, y de repente se encontró besándola, sin saber cómo había llegado hasta sus labios. Ella se separó inmediatamente, le miró fijamente a los ojos y, justo cuando Ariadna se disponía a hablar, sonó el despertador. Todo había sido un sueño que Jota no se pudo quitar de la cabeza en mucho tiempo.




FIN






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