Ya llega el verano. Los supermercados se quedan sin existencias de lechugas. Los gimnasios se llenan de gente
intentando recuperar esa figura que empezó a perderse cuando acabó el verano
pasado, pensando que en dos meses vamos a conseguir el cuerpo de la modelo que
sale anunciando bañadores por la tele. Comienzan las búsquedas por internet de
las dietas milagrosas y las pruebas de todo tipo de experimentos culinarios
para poder introducirnos en esos diminutos bañadores y bikinis comprados una
talla menos porque pensábamos que gracias a esas dietas conseguiremos introducirnos
en él. Y este verano, como cada verano, podremos ver esos cuerpos sin complejos
de los que se dieron por vencidos después de comprobar que las dietas no han
funcionado, que eran muy duras para seguirlas a raja tabla o de los que no
entienden cómo no han conseguido bajar esos kilitos de sobra con todo el tiempo (dos meses), que han estado sufriendo para conseguirlo.
Al final se anula la operación
bikini y pasamos a la “operación bañador y vamos a una playa lejana y solitaria
donde nadie me conozca”.
Y es que sólo hay dos opciones:
Una es cuidarte como filosofía y comenzar la operación bikini en septiembre o en octubre.
La otra es aceptar tu cuerpo tal y
como es, olvidando complejos y disfrutando del verano, que hacen más daño las
críticas que te imaginas que las reales.
La mejor operación bikini es:
1º- Coge un bikini.
2º- Póntelo.
3º- Disfruta.
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