Hoy estaba dispuesto a escribir sobre el increíble fin de
semana que he pasado, de un primer día de playa en familia donde todos nos lo
hemos pasado genial, pero a veces las cosas no son lo que parece. Uno intenta
hacer las cosas bien, estar feliz con lo que hace intentando no disgustar a
nadie. Uno hace planes pensando en los demás, creyendo que así todo el mundo
estará contento. Y acaba un fin de semana con la sensación de que todo ha ido
perfecto, que se ha conseguido la meta buscada. Uno se va con cara de felicidad
a la cama porque todo el mundo que te ha rodeado está feliz. Pues no, al
parecer nunca es suficiente lo que uno hace.
No hay nada que me destroce más que hacer daño a las
personas que más quiero en este mundo, aún sin querer y lo que es peor aún… sin
darme cuenta.
Hoy ha sido superior a mí. Hoy he vuelto a sentirme sucio,
despreciable, mala persona.
Tal vez sea verdad que el problema soy yo. Tal vez sea
verdad que soy una persona egoísta, cruel, y malo en muchos aspectos. Tal vez
sea yo el que consigue hundir la vida de los que me rodean. Tal vez sea verdad
que por dentro soy un ogro. Tal vez tenga engañada a la gente y ni siquiera me
esté dando cuenta de ello.
A veces estás flotando tan alto que si alguien viene y te
pincha el globo, el batacazo es doloroso, muy doloroso.
La verdad es que uno no sabe ya qué pensar. Ver que sin
darte cuenta has hecho daño a lo que más quieres… duele. Como duele el que no
consiga dar la suficiente confianza como para que te cuenten sus problemas o
sus miedos. Y duele ver que lo que uno ha hecho con el corazón y con la
intención de agradar intentando recuperar un tiempo perdido, no sirva o no sea suficiente.
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