Hay momentos en los que no te apetece escribir, no tienes
ganas de contar nada. O simplemente la inspiración se ha ido a visitar al
futuro premio Cervantes.
Y hay otros momentos en los que escribirías sobre todo, que
las ideas se colapsan en tu mente. Tienes ganas de escribir historias. Ganas de
contar secretos que no quieres guardar, que quieres que lo sepa todo el mundo,
que quieres gritarlos a los cuatro vientos.
Hay momentos en los que tienes una extraña euforia interior
que ves historias que contar en cualquier cosa, que vas por la calle con cara
de tonto, que los amigos saben que te pasa algo, que caminas sobre nubes, que
te ríes con cualquier cosa. Momentos en los que cada dos por tres te encuentras
gastando la pantalla del móvil, volviendo a leer por enésima vez conversaciones
de otros días; o mirando al vacío recordando momentos que aún te ponen los
pelos de punta, o besos que aún te estremecen.
Momentos en los que tienes que disimular algo que es
imposible de hacer. Cualquier detalle te delata: una mirada, una sonrisa… un
roce.
Hay momentos en los que simplemente… eres feliz.
¡Gracias!
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